Corrupción en el Perú

La corrupción es uno de los principales problemas que enfrenta el Perú,[1][2][3][4][5][6] por lo menos desde la última mitad del siglo XX,[7] y es considerada como uno de los temas a tratar en el gobierno central (según Ipsos-El Comercio en 2020).[8] Estos actos nacen desde el periodo tardío del virreinato,[9] y se consolidan por la llamada «cultura de la viveza».[10]

Una pancarta con el texto «Somos la generación que hará caer a los corruptos», en referencia a los jóvenes del Bicentenario, mostrada en las protestas de 2020.

El país, en el sentido económico, formuló su presupuesto desde mediados de siglo XIX; pero llevó diferentes cambios para establecer su Estado de Derecho, hasta que en Constitución de 1979 se entablaron garantías para su correcto funcionamiento entre autoridades.[11] Debido a su economía de libre mercado individualista,[12] actualizado en la Constitución de 1993 como neoliberal, la corrupción es percibida con tolerada por los ciudadanos. En el ámbito de funcionario público (autoridades),[13] este se populariza en dos frases: «roba, pero hace obras» (en relación que las autoridades recurren a los sobreingresos económicos como estímulo en obras),[14][15] y «otorongo no come otorongo» (en la impunidad en cometer actos contra las leyes).[16] Además ocurre con trabajadores temporales con servidores públicos.[13] En consecuencia, la permanencia de actos de poca o nula transparencia: afecta en la calidad del ambiente de negocios, extiende la informalidad,[15] y distorsiona los incentivos para brindar un mejor servicio;[17] además, que se debilita la calidad del ámbito político del país,[18][19] y dificulta la salida de la pobreza (1800 dólares adicionales en el salario individual pudieron ganarse para 2022).[20]

Aunque una de las primeras redes de su tipo en instalarse ocurrieron en el virreinato de Manuel de Amat y Junyent,[9] los escándalos continuaron en varios puntos de la historia nacional con pérdidas entre 1 a 6 puntos porcentuales del producto bruto interno.[21][22]En algunos de ellos, Jorge Basadre, Manuel González Prada y otros más fueron críticos de la gestión de sus presidentes republicanos.[23] Años después, ocurrió uno de los casos más notables en el siglo XX y parte del XXI con la red sistemática en el gobierno de Alberto Fujimori, mediatizada en el autogolpe de 1992,[24] un año antes de la formación de aquella Carta Magna, con pérdidas casi multimillonarias por parte de la red criminal dentro del fujimorato.[9][25][26]

Para el año 2000, se realizaron reformas políticas para garantizar la fiscalización interna del país que duraron hasta 2002,[27] cuando se notó una percepción negativa en sectores pobres del país.[28] En 2021 se estimó pérdidas de más de 22 mil millones de soles.[17][29] Además, la Procuraduría Anticorrupción de la Fiscalía, indicó que en 2015 el 92 % de los alcaldes en el Perú son investigados por corrupción.[30]

La Contraloría General de la República es una de las entes fiscalizadoras en el control de la rendición de cuentas.[31] Sin embargo, esta solicitó una serie de reformas para combatir la corrupción en conjunto: la competencia de la Sala Penal Nacional para investigar delitos graves contra la administración pública y eliminar el impedimento de que sean cometidos por una organización criminal, el traslado de todo el personal de las oficinas de Control Interno (OCI) a la planilla de la Contraloría, así como establecer alertas en el Sistema Integrado de Administración Financiera (SIAF) con la finalidad de detectar movimientos sospechosos en las cuentas de las entidades públicas.[32][33]

Situación en el virreinato del Perú

Antonio de Ulloa, uno de los expositores de la corrupción virreinal.

En el siglo XVII se buscó mejorar la recaudación de impuestos a partir de censos con la población indígena en el virreinato del Perú a cargo de las autoridades borbónicas,[34]interesadas según historiadores en una eventual «segunda conquista» en el gobierno.[9] Además, se tuvo facultades de asignar cargos políticos para el siglo XVIII, instaurado en el gobierno de Carlos II, con alrededor de 318 personas abonadas económicamente entre 1708 y 1719.[35]

El caso de la minería en Huancavelica, conocida por su mina Santa Bárbara, es el mayor evidenciado en la historia prerepublicana que ocurrió a mediados del siglo XVII por carencias en su fiscalización.[36] Fue a mediados del siglo XVIII, cuando el asumido gobernador de Huancavelica, Antonio de Ulloa, evidenció la corruptela dentro de la gestión local del Perú,[9][37]que coincidieron con la instalada red de corrupción en el virreinato de Manuel de Amat.[9]

Junto a Jorge Juan, también viajero, Ulloa escribió el reporte Discurso y reflexiones políticas sobre el estado presente [...] de los reinos del Perú basada en la información del virrey que se compartió para el reinado Fernando VI y permaneció inédito por casi siete décadas.[38]En este reporte se documentó el abuso a los indios entre 18 y 55 años por parte de los corregidores y las amenazas para pagar sus impuestos, lo que posteriormente se realizaron malversación de fondos y los sobornos a los jueces.[39] Ambos escritores concluyeron la presencia mayor de autoridades y planearon abolir el trabajo forzado (la mita) y cambiar el sistema de elección de la Administración Pública.[40]Ulloa y Juan aportaron otros detalles sobre las carencias económicas cuando redactaron el informativo Noticias secretas.[41][42]

Además, el súbdito Mariano Machado de Chaves señaló en la publicación del libro Estado político y de justicia de el Reino del Perú que para 1750 la institución colonial entró en declibe. Según el autor, justificó que los oficiales y jueces «no solo imitan el ejemplo de los mayores, sino que precisamente como súbditos obedecen todas las libertades del arbitrio, creyendo que los que mandan tendrán unos libros de leyes para los gobernados y otros de derechos civiles para lo judicial».[43]

Posteriormente la Corona se enteró de la mala administración del gobierno, por los conflictos de la responsabilidad tributaria entre corregidores y caciques de la contribución de los indígenas.[44]Finalmente esta organización fue reemplazada por los subdelegados que duraron poco, ya que el sistema de reparto laboral se abolió en 1780.[45]

Desarrollo de la corrupción desde 1821 hasta 1999

Siglo XIX

Cuando Perú alcanzó su independencia, las esferas públicas se apropiaron desorganizadamente de los bienes obtenidos en la guerra.[7][9] Además que no consiguieron normalizar las instituciones políticas y enfrentar incompatibilidades con códigos civiles.[11] Uno de los actos de corrupción fue la confiscación de Simón Bolívar para financiar su campaña militar,[46] en que ocurrieron actos de despotismo de su personal al obtener ingresos de sus saqueos.[47]El cónsul estadounidense en Lima, William Tudor, denunció tales prácticas abusivas.[48]

El autor Alfonso W. Quiroz señaló a la República Aristocrática como punto importante en los intereses económicos del país,[49]en que incluyeron las políticas de préstamo con el mercado extranjero como la banca londinense (1822 y 1825).[50]

Para los años 1850 el mayor escándalo fue la «consolidación» de la deuda interna para generar confianza crediticia del país. Este se planificó con una ley, firmada el 16 de marzo de 1850,[51] para sustentar préstamos durante el primer gobierno de Ramón Castilla.[52]Aunque Castilla trajo estabilidad económica, su sucesor José Rufino Echenique lo socavó, cuando se instaló otra red de mayor presencia en el siglo XIX,[9][53]que estuvo involucrado Juan Crisóstomo Torrico. Posteriormente fueron descubiertos por tener un origen fraudulento, con un valor sextuplicado a lo inicial,[51] al recurrir falsificaciones y sobornos al Gobierno.[54] Se le conoció como la «década defraudatoria».[55]

Años después, en el cargo presidencial de José Balta, se realizó el infame contrato Dreyfus, en que las empresas extranjeras tenían el monopolio del guano cuando se compró 2 millones de toneladas de guano por 73 millones de soles y pagar la deuda del país.[9][46][56] Tras concretar el convenio, en el gobierno de Manuel Pardo se establecieron medidas para recaudar ingresos al conseguir ganancias de salitre.[51] Para ese entonces surgió la Ley de Funcionarios Públicos.[46]

Destacan otros escándalos de su tipo como las adaptaciones criollas de las normas coloniales (pillaje caudillista, años 1830), la plutocracia en la época de mayor producción de guano (años 1860) y la contratación de empréstitos externos con obras sobrevaluadas (años 1870).[22][55]Para los años 1880 llegó a una etapa de rebelión civil, propenso a corromper las instituciones, tras una evidente ocupación de Lima y el mando emergente de Nicolás de Piérola.[57]

Leguía y el Tribunal de Sanción Nacional

Después del oncenio de Leguía, que se realizaron contrataciones en la construcción de obras, se presenciaron irregularidades en el proceso de licitación.[9] Uno de sus escándalos ocurrió en 1923, con la renuncia de Lauro Curletti del Ministerio de Fomento por malversación de fondos,[58]caso que también se asemejó con la salida Alejandrino Maguiña en ese año.[59] Esto motivó la oficialización del Tribunal de Sanción Nacional.[60]Este tribunal, creado el 31 de agosto de 1930 en la Junta Militar, se encargó de tomar acciones contra el enriquecimiento ilícito, peculados y otros delitos cometidos a costa del erario público.[61]Este aplicó una serie de estatutos y constó de dos salas: una para concusión y peculado y otra para enriquecimiento ilícito.[62]

En su primer año de funcionamiento se reportaron 664 denunciadas individualizadas por el TSN, de las cuales 75 fueron admitidas.[63]

Este permitió llevar un juicio en la segunda sala contra Augusto B. Leguía y sus familiares.[64][65] Uno de los detalles relevantes, según el director del Ministerio del Gobierno José B. Ugarte, fue el desvío de 105 millones de soles de la policía secreta a grupos simpatizantes a Leguía.[66]

Posteriores años

Luego de inoperar el tribunal, Óscar Raimundo Benavides continuó con la estabilidad económica del país, que sin embargo, se evidenció rasgos de nepotismo.[67]El Partido Aprista Peruano acusó de Benavides de prácticas administrativas por trescientos millones de soles.[68]Con la llegada de Bustamante y Rivero, la también oposición aprista acusó de mecanismos turbios en su financiamiento partidario.[69]

Sin embargo, en el ochenio de Odría, Héctor Cornejo Chávez y Raúl Porras Barrenechea realizaron las denuncias del presidente Manuel Odría y su hombre de confianza Alejandro Esparza Zañartu por evidencias en el enriquecimiento ilícito a costa de censura a la prensa.[69]Caso similar ocurrió con los dos gobiernos de Manuel Prado con desvíos de fondos.[70]

En 1963 se incorporó el principio del control de constitucionalidad de las leyes que fue aplicado hasta 1968 cuando ocurrió un golpe de Estado.[11] Aquel golpe, interfirió con las investigaciones por contrabando contra militares solicitadas por el diputado aprista Héctor Vargas Haya.[71]Además que fueron radicales en el tratamiento de otros escándalos como la falta de transparencia en el contrato de concesión de la International Petroleum Company, en que expropiaron sus recursos.[72]La expropiación de las empresas privadas no garantizó su eficiencia administrativa y el mal manejo de los fondos por sus empleados,[73]que debilitó una oposición de la prensa.[74]Otra consecuencia fue el debilitamiento del Poder Judicial debido a la influencia del narcotráfico en que uno de los acusados, Guillermo Cárdenas Dávila «Mosca Loca», prometió pagar la deuda externa si fuese liberado; aunque «Mosca Loca» estuvo a ser liberado a pesar de las pruebas en su contra, no se concretó.[75]

Con la llegada del segundo gobierno de Fernando Belaúnde, en la década de 1980, parlamentarios de la oposición como Vargas Haya supervisaron nuevas irregularidades; uno de los supervisados fue el intento de recuperar el Banco del Perú (Bancoper) a partir del dinero del Banco Central de Reserva, lo que conllevó a una «acusación constitucional» en 1985.[76] Más adelante, en el primer gobierno de Alan García, el más significado escándalo financiero fue de los fondos del Tren Eléctrico,[77]en que hubo presuntos sobornos cuando fue ofrecido a la empresa Tralima debido a un acuerdo con el gobierno italiano.[78][79][80] La denuncia del Tren Eléctrico se prescribió en 2001.[81]

Gobierno de Alberto Fujimori

Alberto Fujimori fue acusado de una serie de malversación de fondos públicos, abuso de poder y corrupción durante casi los 10 años de presidencia (1990-2000), en especial cuando consiguió mayor control tras el autogolpe.[24] Con multimillonarios gastos anuales en 1992 (cinco mil millones de dólares en gastos públicos más otros cinco mil millones en empresas estatales),[82] parte de los fondos fueron desviados a instituciones políticas y militares.[83]Según la Iniciativa Nacional Anticorrupción (INA) en 2001, correspondieron al 30-35% del gasto presupuestal promedio en cada año, y un 4% del PBI promedio anual durante el mismo período.[84]

Uno de los responsables para mantener una imagen de aparente honestidad y aprobación del gobierno[85] fue Vladimiro Montesinos,[19][86][87] jefe del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), quién sobornó sistemáticamente a políticos, jueces y medios de comunicación. Aquella red criminal involucró también autoridades de su gobierno;[86][88]además, debido a la privatización y la llegada del capital extranjero, se permitió que empresas cercanas con el ministerio de Economía usen dinero del Estado por licitaciones de obras públicas, como son los casos de AeroPerú, JJC Contratistas Generales (de la familia Camet Dickmann) y el Banco de Crédito.[89]

Aunque en 1999 la oposición realizó su denuncia público que terminó en la renuncia de cinco ministros, entre ellos a Jorge Mufarech,[85][90] esta red se evidenció posteriormente en el año 2000, instantes de la renuncia del presidente, cuando la embajada de Suiza en Perú informó al entonces ministro de justicia Alberto Bustamante y el procurador José Ugaz de más de 40 millones de dólares procedente de Montesinos,[91]en que fue denunciado por «enriquecimiento ilícito en agravio del Estado Peruano».[92]La investigación permaneció a cargo de Ugaz hasta 2002.[85][93]

Según Transparencia Internacional en 2004, Fujimori fue listado como el séptimo exlíder más corrupto de la historia.[94][95] Esta ONG posteriormente pasó a implementar su capítulo local, el Consejo Nacional para la Ética Pública (Proética).[96] En 2009, aparte de la sentencia por el juicio por violación a los derechos humanos, fue condenado a seis años de prisión por entregar 15 millones de dólares de origen cuestionable para el Plan Soberanía,[97][98] en que amordazó a Montesinos en la contribución con la justicia.[99]

Desarrollo de la corrupción en el siglo XXI

Iniciativas políticas y sociales

Al iniciar el 2000, se realizaron una serie de reformas políticas a profundidad del gobierno transitorio de Valentín Paniagua,[100][101]motivado por una recuperación moral en el país.[19] Entre ellas, la activación de Procuraduría y la habilitación de jueces en ese tipo de casos,[102] cuya producaduría ad hoc para el caso Fujimori-Montesinos fue creada en 2000 con 1247 procesados.[19] Además, cuatro leyes fueron importantes para combatir la corrupción como son: Beneficios por colaboración eficaz en el ámbito de la criminalidad organizada (27378), Medidas coercitivas excepcionales (27379), Sistema de fiscales anticorrupción (27380), e Investigación preliminar y medidas coercitivas excepcionales para altos funcionarios del Estado (27399).[103]Adicionalmente, por ley 26757, Perú se suscribió a la Convención Interamericana contra la Corrupción.[104]

Por parte del sector estatal, la Iniciativa Nacional Anticorrupción fue la primera propuesta para tomar medidas anticorrupción.[4][85][105] Producto de ella, en 2001 nace la Comisión Nacional Anticorrupción, que cumplió las funciones de evaluar, informar y denunciar actos de corrupción,[105] mientras que en 2004 el Presidente del Consejo de Ministros, Carlos Ferrero, promulgó un Plan de Acción contra la Corrupción, correspondido por un grupo de especialistas como Yehude Simon.[102]

Se promulgaron reglas para fomentar la transparencia de información en 2002, cuando fue promulgada como ley;[85] esta iniciativa no lleva una autoridad encargada de cumplir este derecho,[106] aunque la apertura de información en portales digitales se extendió mucho después, durante la pandemia de COVID-19.[20]

Posteriormente, en 2007, la Defensoría del Pueblo participó en la formación de la efímera Oficina Nacional Anticorrupción,[31] en que se atendieron consultas de la ciudadanía, así como la fundación de la Unidad Anticorrupción complemento para evaluar denuncias frecuentes.[107][108][109] En 2008, a causa del escándalo de los Petroaudios, se crea el Plan Nacional de Lucha contra la Corrupción,[102] para dar cabida a la futura Comisión de Alto Nivel Anticorrupción. Este punto participó Simon, ya como primer ministro y responsable de la emisión de informes,[110] en que permitió al gobierno incorporar como miembro 41 a la Convención Anticorrupción de la OCDE.[111]

Además, en 2016, el Comité de Expertos del Mecanismo de Seguimiento de la Implementación de la Convención Interamericana contra la Corrupción (Mesicic) de la Organización de Estados Americanos reconoció los cambios en el código penal para cumplir los criterios contra la impunidad exigidas por el ente.[112]

En 2016 Confiep formalizó en el sector empresarial el Consejo Privado Anticorrupción, conformada entre tantos a la Asociación de Exportadores y la Asociación de Gremios Productores Agrarios del Perú.[113] Este ente fue principal en la promulgación de la ley que sanciona la corrupción en el ámbito privado en 2018.[114]

En 2019 se declaró oficialmente como Año de la lucha contra la corrupción e impunidad, cuyo documento justifica que el «Acuerdo Nacional establece en su Política 26 la promoción de la ética y la transparencia y erradicación de la corrupción [...], la cual tiene por objeto, entre otros, desterrar la impunidad, el abuso de poder, la corrupción y el atropello de los derechos».[115]

Percepción y tolerancia de la corrupción

Se tomaron varios aportes realizados anualmente por la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) del Instituto Nacional de Estadística e Informática a los problemas burocráticos de los servicios básicos en el país, en que el principal problema es la corrupción (de un 21% en 2002 a un 51% en 2010).[116]

Según la Universidad Ricardo Palma, a partir de los datos entre 2007 y 2017, concluye que 4.5% de los hogares estuvieron involucrados en actos de corrupción en el gobierno de Alan García (con énfasis en los departamentos de Lima, Ica, Arequipa y Madre de Dios) frente al 3.1% de hogares involucrados en el gobierno de Ollanta Humala.[4] Además, de los datos de la encuesta ENAHO (2003), Transparencia Internacional mostró que los encuestados notaron una mala percepción al llegar 2002, después de las reformas políticas realizadas a lo largo del año 2000.[28]

Por otro lado, la I Encuesta Nacional sobre percepciones de la corrupción,[nota 1] marca un antecedente cuando el 29% de las personas contactadas reconocieron haber sido afectadas por al menos un caso de corrupción; sin embargo, de este segmente sólo el 39% lo denunciaron, mientras que un 27% del resto sostuvo que justificó no realizar algún denuncia «para no hacerse problemas».[19] Años después, la VIII Encuesta indica en 2013 a las instituciones que llevan el estado de «más corruptas» el Congreso de la República, la Policía Nacional y el Poder Judicial;[117] estos dos últimos fueron igualmente señalados como aquellos de mayor evidencia de casos en el informe ENAHO de finales de 2002.[28] Más adelante, en la X Encuesta (2017), por 1300 involucrados, detalla que 77 de cada 100 congresistas así como 72 de cada 100 jueces son percibidos como «corruptos»;[118] además, la encuestadora señaló que alrededor del 78% de los peruanos son alta o moderadamente tolerantes a la corrupción y concluye que «la corrupción es impune, estamos expuestos a ella y sin mecanismos para erradicarla».[119] Los orígenes más recurrentes de estos actos son, según la VI Encuesta en 2010, las licitaciones, licencias, trámites burocrático, concesiones privada y el sistema de funcionario público.[17]

En 2022, en la XII Encuesta, muestra que la sensación de corrupción creció al 81 %, en comparación a los últimos cinco años,[120] en que el Congreso obtiene la peor calificación (83 % es calificada de mal o muy mal), junto al gobierno central (73 %) y los partidos políticos (72 %).[120]

Más allá de Ipsos-Proética, en 2016, realizado por Pulso Perú de Datum Internacional a casi 1200 entrevistados, quienes consideran que un 93 % es percibida como «muy alto», señala que los más calificados de actuar de forma «muy efectiva» a actos cuestionables son los medios de comunicación (19 %) y la Iglesia (17 %).[121] En 2018, en la encuesta El poder en el Perú, el Poder Judicial y el Congreso de la República están posicionadas en el primer y segundo lugar de los más corruptos.[122] En 2019 un estudio de la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica del Perú señala que el 64 % considera a la corrupción como un problema, en que los jóvenes consideran como proridad (70 %).[6]

Campañas de sensibilización y participación

Una sesión de la Comisión de Alto Nivel Anticorrupción, en que fue invitado un representante del Ministerio Público.

A inicios del siglo XXI, visibilizado por el lavado de bandera como protesta social contra el gobierno autoritario, se realizaron campañas de concientización a la población juvenil. La Contraloría General de la República, la Defensoría del Pueblo y la posterior Comisión de Alto Nivel Anticorrupción realizaron lo suyo. Por otro lado surgió la Red Interquorum en 2003, con diversas actividades anuales como «Qué hacemos con la corrupción» (2005), «Una sociedad transparente, una sociedad justa» (2006), «Uniendo lazos contra la corrupción» (2007), «Con autoridad moral» (2009), «Que no te engañen» (2010) y «Luchar contra la corrupción es luchar contra la exclusión» (2011).[123]Además de esa organización están otros colectivos juveniles como son a 2020 la Red Nacional de Actores Políticos Jóvenes, la Asociación Nacional de Jóvenes Autoridades del Perú, Red Analit, Ashanti, Organización Democrática Mundial, Unión Global por la Democracia y el Parlamento Joven.[124]

Una investigación de la Universidad de San Martín de Porres titulada «La corrupción desde una mente joven, un enfoque diferente» señala que al menos el 90 % de los limeños participantes entre 18 y 24 años rechazan la corrupción, aunque el 75 % de los mismos no conocen como realizar las denuncias.[125]

En 2010, la Contraloría lanzó la iniciativa Auditores jóvenes, para fomentar a nuevas generaciones en las buenas prácticas del Estado a partir de participación inculcada en la educación primaria y secundaria.[126]En 2018 se inauguró el programa Monitores Ciudadanos de Control, que fomenta la participación de vecinos en la prevención de actos de corrupción, contó con más de diez mil voluntarios a fin de año.[127]

Marchas contra la corrupción

A causa de los escándalos de corrupción se realizaron manifestaciones a nivel nacional. En 2017 se realizó una marcha convocada por la Confederación General de Trabajadores del Perú y el colectivo antifujimorista No a Keiko en contra del caso Odebrecht.[128][129][130] En 2018 se realizan nuevas manifestaciones contra el Poder Judicial por el caso de los cuellos blancos del puerto.[131][132] En 2019 se realizarons otra en contra de la permanencia Pedro Chávarry como fiscal y el asilo de Alan García.[133][134]

Cuestionamientos del Congreso de la República

Una de las principales críticas del Congreso de la República es el descuido de fiscalizar a las demás autoridades para tomar medidas disciplinarias, en que se aplica el clientelismo político y el transfuguismo,[135][136] de allí surge la frase «otorongo no come otorongo».[137] Además, que solo la institución puede remover jueces de la Corte Suprema en lugar de un consenso, lo que puede interferir a las investigaciones críticas contra ellos,[138] como ocurrió en 2017 al destituir algunos de ellos en el caso Odebrecht.[139]

Del escándalo de corrupción del gobierno de Fujimori, se formó la Comisión Especial de Investigación sobre las cuentas de Montesinos, liderado por David Waissman, y luego 135 proyectos de ley relacionados con la corrupción entre julio de 2001 y fines de 2002, casi la cuarta parte de ellos aprobados.[19] En 2008 la Procuraduría Anticorrupción acusó a 17 excongresistas por recibir irregularmente dinero de Vladimiro Montesinos,[140] de ellos la Sala Penal Especial de la Corte Suprema solo condenó a cuatro.[141] Según El Comercio (2012), desde el gobierno transitorio de Paniagua en 2001 hasta 2012 se realizaron 24 iniciativas contra el transfugismo.[142]

Por otro lado, durante el gobierno de Alejandro Toledo, en 2005, se lanzó la Ley 28568, en que se reducía las penas a los acusados de actos de favorecimiento ilícito. Esta fue conocida por dejar en libertad cinco años antes de cumplir su condena a dos notorios cómplices de Montesinos, los hermanos Moisés y Alex Wolfenson, responsables de fomentar la prensa chicha.[143]El Tribunal Constitucional declaró inconstitucional y criticó al gobernante Toledo por no observar los cambios durante la promulgación de la norma.[144]

Cuestionamientos en el financiamiento a presidentes

Además de Fujimori, cinco mandatarios entraron en procesos judiciales por corrupción sistemática.[145] Destaca al caso Odebrecht, en que surgieron controversias como el Club de la construcción y la financiación millonaria en campañas presidenciales.[146] Esto se potenció en reveladores reportajes de unidades investigadoras, diferentes a los medios de comunicación tradicionales, como Hildebrant en sus Trece, Ojo Público, Convoca, entre otros.[147] Tras una crisis política agudizada en la segunda década del siglo, en 2018 los expresidentes vivos de Perú estuvieron en situación de investigación y/o sentencia preventiva por investigaciones a la empresa.[148] Según el periódico El País, en que escribió la periodista Jacqueline Fowks, dedujo que «el 'modelo peruano', basado en una economía neoliberal de alto rendimiento, en la corrupción generalizada y en un sistema político caótico, sufre la peor crisis en dos décadas».[149]

Uno de los involucrados es Alejandro Toledo, involucrado en el caso Ecoteva por lavado de activos.[146]

Otro es Pedro Kuczynski, que tras la publicación de videos que mostraban presuntos actos de compra de votos, presentó su dimisión al Consejo de Ministros.[150][151] Pese a su renuncia el 21 de marzo de 2018, otra denuncia relacionada con la construcción del Aeropuerto Internacional de Chinchero por parte de su exministro Alfredo Thorne se procedió posteriormente.[146]

Alan García, por su parte, estuvo enfrentado por la Comisión Investigadora, encargada de investigar los escándalos del caso Petroaudios, y la participación de la constructora Odebrecht en la Línea 1 del Metro durante su segundo gobierno. Además que en su mensaje de la nación mostró desinterés en investigar el caso de Fujimori-Montesinos por temor de una «politización». [152]Irónicamente cuando fue investigado en 2018 criticó al caso por tener una intención política y solicitó a la embajada de Uruguay asilo político de forma presencial,[153] pedido que fue rechazado.[154] Debido a su suicidio en 2019, en que se extinguió la denuncia hacia el exmandatario, el Equipo Especial siguió con la investigación de nuevas conexiones con la empresa brasileña.[155]

Corrupción en el Poder Judicial

Aunque los primeros años del siglo XXI el sistema político consiguió salir airoso en la lucha contra la corrupción al implementarse reformas judiciales, el cambio no fue constante en otros gobiernos y fue limitada al sesgo del caso Fujimori-Montesinos, que se extendió la corrupción a otros poderes del Estado.[27] En ese entonces, existieron propuestas para gestionar los recursos y reportar alguna irregularidad a la Oficina de Control de la Magistratura.[156] Posteriormente existió la Comisión Especial para la Reforma Integral de la Administración de Justicia (Ceriajus) en 2004, cuyo plan está en mejorar el sistema de justicia y la prevención de actos; sin embargo, de los 52 proyectos de reformas legales planteadas, se avanzaron apenas 15 en 2008.[157]

Existen trabas económicas en la clase económica baja (según el Instituto de Opinión de la Pontificia Universidad Católica del Perú en 2010),[158]además de las burócraticas al depender de tramitadores de terceros, que pululan falsificadores y abogados informales,.[159]en que desde los años 1970 desempeñaron como contactos de las autoridades por falta de supervisión.[27] Por lo que, según la abogada Beatriz Mejía Mori en una conferencia de Praga en 2001, determinó que «el peor problema del Perú [no necesariamente] sea el de la pobreza, sino el de la corrupción instalada en su cultura».[27] Señala también que «el peor problema del sistema de justicia no es la falta de modernidad tecnológica, ni siquiera la deficiente formación profesional de los jueces, sino la corrupción». Justifica varios motivos como la falta de preparación, las bajas remuneraciones de los funcionarios, entre otros.[27]

A partir de la conferencia de Mejía Mori, en la revista oficial del Poder Judicial (2021) se recoge cuatro formas de corromper el sistema: los lobbies de abogados, la recepción de los agentes de la red de justicia, la injerencia política y los medios de comunicación (específicamente los sensacionalistas).[160]

El caso más conocido conciernió a Los cuellos blancos del puerto (CNM Audios), que según el informe de la Procuraduría Anticorrupción correspondió a 76 de los 334 jueces y fiscales acusados de corrupción a noviembre de 2019.[161] Esto obligó a fundar la Junta Nacional de Justicia, en reemplazo del obsoleto Consejo Nacional de la Magistratura, que incluyó la Comisión Permanente de Procesos Administrativos.[160]

Además, aprovechándose de los vacíos legales en su normativa,[85] en 2011 se redujeron los juzgados (de 12 previstos a 4) y el caso Fujimori-Montesinos quedó en pausa.[31]

Corrupción militar y policial

Luego del gobierno de Fujimori, la autonomía militar fue reestructurada en 2001 por iniciativa del general retirado Walter Ledesma, en que 485 militares fueron pasados al retiro al finalizar el año.[162]

Tras reportarse actos de corrupción policial también en agentes de tránsito, en 2001 se crea la Comisión Especial para la Reestructuración de la Policía para diagnosticar el estado de la institución. Se consideraron dos campañas notables para recuperar la confianza de la institución «Denuncia los actos corruptos» en 2002 y «A la policía se le respeta» al año siguiente.[163]Este último se compartió masivamente a la población, que incluyó la participación del Club Cienciano,[164] aunque tuvo un impacto efímero.[165][166] Más adelante, en 2009, El Comercio reportó que las policías mujeres suelen ser más resistentes a pagos indebidos que los varones, y que motivó el despliegue de unidades femeninas en el tránsito limeño.[167]

Además existieron escándalos de corrupción relacionados al tráfico de combustible, usado por sus vehículos patrulleros, por parte de la institución.[168] Casos ocurrieron inclusive en la Amazonía.[169] El más mediático fue de Edwin Donayre,[170] cuyo grupo se denomino Los Gasolineros.[171]

En 2012 se fundó Tribunal de Disciplina Policial para inspeccionar actos de corrupción dentro de la Policía Nacional. Entre 2013 y 2015 se retiraron a más de cuatrocientos policías acusados de ese tipo de actos.[172][173] En 2013, el Ministro del Interior Wilfredo Pedraza reconoció que con la formación de una nueva ley para tomar acciones, «no saldrán muchos por corrupción, porque las reglas para mostrarlo son complejas, difíciles».[174]

En 2020 la Fiscalía Especializada en Corrupción de Funcionarios realizó investigaciones a 80 miembros durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19 en Perú, 13 de ellos correspondieron a generales.[175]

Incidentes en la administración subnacional

Existen casos de corrupción a nivel descentralizado, producto de la falta de fiscalización a profundidad en el ámbito administrativo y económico,[176] surgidos desde el proceso de la regionalización de Alejandro Toledo a inicios de la década de 2000, cuyos mayores ingresos en algunas áreas territoriales provienen del canon minero.[176] Con el surgimiento de los movimientos políticos regionales, estos cuentan su propia administración y rendición de cuentas; ellos, competidores de partidos políticos nacionales para postular en las elecciones municipales, suelen originar la débil transparencia en la administración subnacional cuando entran al poder.[177]En ese sentido, a partir de una investigación de 2018 de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, los hechos se clasifican en «horizontal» (en ámbito interno, como la entrega de la buena pro) y «vertical» (interacción con el gobierno central).[178]

En 2014 la Procuraduría Anticorrupción indicó que el 92 % de los 1841 alcaldes existentes en el Perú fueron investigados por corrupción.[30] Además, cuando en 2014 fueron 18 gobernadores regionales investigados por ese delito,[176] para 2022 creció a 24.[179]

En 2017 la Procuraduría Pública Especializada en Delitos de Corrupción identificó más de cuatro mil casos en el ámbito administrativo local y regional entre 2002 y 2014, de las cuales 222 ya fueron procesados. Entre los departamentos con mayor recurrencia están en los departamentos de Junín (445), Cusco (439) y Lima (411).[180]

Mientras tanto, en 2022, la Fundación Gustavo Mohme Llona calculó que 2706 candidatos para esas elecciones ya cuentan con antecedentes de investigación de corrupción.[181] Además la Defensoría del Pueblo reveló que, entre 2017 y 2020, las entidades agravadas con mayor incidencia de corrupción en situación de investigación son las municipalidades distritales (30%), llos Gobiernos regionales (13%) y las municipalidades provinciales (13%).[182]

Identificación de infractores con malos manejos de dinero público

La Contraloría estimó en 2021 que 5 mil millones de soles se perdieron por la corrupción en las regiones.[183] Parte de ellos usaron financiación pública para la reelección. Previamente el Jurado Nacional de Elecciones y la Contraloría se reunieron para realizar la campaña de 2014 Postula con la tuya para alertar indicios de los candidatos y que en 2015 se aplicó también a congresistas.[184] En 2022 el director ejecutivo del Consejo Privado Anticorrupción, Eduardo Herrera, lanzó la iniciativa Kuskachay Electoral, en que incentiva a los electores a identificar a los candidatos con etiquetas de corrupción y otros antecedentes penales.[185][186]

Para una mejor información a los ciudadanos, se recurre a la consulta de la rendición de cuentas, los «portales de transparencia». Desde 2012 las contrataciones o adquisiciones mayores a las tres unidades impositivas tributarias deben visualizarse.[187] Uno de ellos es la Municipalidad Metropolitana de Lima en que está obligada a rendir cuentas de su situación económica, con reportes completos desde 2009.[188] Sin embargo, no todas administraciones locales ofrecen los portales con completa transparencia, en 2018 se determinó que de todos los gobiernos regionales, el 35 % cumplen los requerimientos para entregar información de bienes y servicios.[177] Más a fondo, de los 312 portales revisados por la Autoridad Nacional de Transparencia y Acceso a la Información Pública en 2021, 141 cumplen con los requisitos mínimos y solo ocho aportan la máxima información posible.[189]

Sucesos notables

Sucesos que involucraron a municipios y gobiernos regionales destacan:

Promedio anual de gastos económicos derivados de la corrupción

La tabla presenta los gastos directos e indirectos acumulados a nivel nacional en cada década correspondiente. Para el siglo XIX (1820-1899) se contabiliza el manejo irregular de la deuda pública, corrupción de caudillos, sobornos en los contratos públicos, pérdidas surgidas al contrabando junto a la inversión perdida. Mientras que en el siglo XX (1900-1999) se hacen algunos ajustes, ya que se contabiliza el manejo irregular de la deuda pública, corrupción presidencial y militar, sobornos de funcionarios, contrabando y narcotráfico junto a la inversión perdida.

Cabe indicar que hasta 2021 no existe sentencia delictiva por no pagar deudas producidas por la corrupción, ya que el único que constituye la «deuda» como delito es la pensión alimenticia.[206]

Fuente: Basada en la investigación de Quiroz Norris (s. XIX y XX),[207]con otras cifras estimadas de la Defensoría del Pueblo (s. XXI).[208]

Situación normativa

Medidas a las labores del Estado

La Constitución de 1993 no contiene una referencia directa al tema de la lucha contra la corrupción como política del Estado.[209]Aunque anima la transparencia de los actos, en su artículo 40 menciona que «es obligatoria la publicación periódica en el diario oficial de los ingresos que, por todo concepto, perciben los altos funcionarios, y otros servidores públicos que señala la ley, en razón de sus cargos»;[210]mientras que en la 41 dice que «el plazo de prescripción [para los funcionarios] se duplica».[211]Los artículos 40 y 41 de la Constitución son nombrados en la Ley 27482, acerca de la declaración jurada que es accesible para cualquier ciudadano.[160] Adicionalmente, en 2017 se planificó modificar el artículo 41 para que los delitos más graves sean imprescriptibles pero sin establecer cuales.[212]

La Ley 28175, Ley de Código de Ética de la Función Pública, establece la labor pública y sugiere evitar incentivos de terceros que interfieran con el desempeño.[213] En el artículo 4, figuran dos conceptos: funcionario público (persona que trabaja para el Estado por un plazo definido) y servidor público (quien trabaja de forma temporal).[13] Este último es gestionada por la Autoridad Nacional del Servicio Civil.

Delitos de corrupción

El Código Penal establece varios tipos de delitos relacionados con la corrupción política,[214]se especifica a los «delitos cometidos contra el patrimonio del Estado».[215]En el caso de que los funcionarios cometan tales actos no solo serán sentenciados y suspendidos de sus cargos —con la posibilidad de estar inhabilitados de por vida para organizaciones criminales—, sino que entrarán desde 2018 en el Registro Nacional de Sanciones contra Servidores Civiles —junto a aquellos participantes de organizaciones narcotraficantes y terroristas— de la Autoridad Nacional del Servicio Civil (Servir).[216] Entre sus tipos son:

Peculado

Está tipificado en el artículo 387 del CP con penas entre cuatro y doce años de prisión para el crimen peculado catalogado de «doloso». El artículo siguiente (388) describe el término como aquel que «usa o permite que otro use vehículos, máquinas o cualquier otro instrumento de trabajo pertenecientes a la Administración Pública o que se hallan bajo su guarda».[217]

Entre 2016 y 2018 se contabilizaron alrededor de 18 mil procesos por delitos de corrupción de funcionarios.[217]

Malversación de fondos

Está tipificado en el artículo 389. Aunque comparte los bienes públicos como delito, se diferencia del peculado por su uso indebido de forma permanente. Se castiga con la encarcelación de uno a ocho años.[218]

Cohecho

Ocurre cuando recibe dádivas al funcionario público para sacar provecho de la administración, conocido como «coima» o «coimisión».[135] Tiene tres tipos según la forma que se realice: propio, impropio (los dos primeros son pasivos por depende del funcionario de turno) y genérico (este último considerado activo, en que interviene cualquier ciudadano). Están tipificados en los artículos 393, 394, 395 y 397.[219]Las penas de privación de la libertad son entre cuatro y ocho años.[219]

Los pagos irregulares y los sobornos son el motivo frecuente de que las empresas que operan en Perú necesitan obtener licitaciones gubernamentales. Muchas empresas experimentan la demanda de pagos a funcionarios como resultado de la extensa burocracia en el país.[220][221] Según el Sistema Nacional Especializado de Delitos de Corrupción de Funcionarios (2014 a 2017), el 33.5 % de los sucesos ilícitos fueron por cohecho.[219]

Concusión

Este delito, establecido en el artículo 382, establece actos relacionados con la amenaza de conseguir indebidamente los bienes.[222]Se sanciona con pena privativa entre dos y ocho años.[222] La Procuraduría Anticorrupción calculó que el 4 % de los delitos con mayor grado de incidencia nacional en 2018 corresponden al tipo de concusión.[222]

Colusión

Establecido en el artículo 384, relacionado con la contratación de obras, en que en el argot coloquial se denominan «cutras» al sobrevaluarlas.[135] Su pena mínima es de tres años para casos simples, con máximos de quince años si se realiza con recursos mayores acorde a la Ley de Contrataciones con el Estado para sacar provecho del interesado.[223]

En 2001 se unificó la normativa para las contrataciones, la vigente Ley 30225 (originalmente 26850 de 1996), cuya información pública es ofrecida por el Sistema Electrónico de Contrataciones del Estado.[224] En 2008 se consolida con la plataforma Perú Compras,[31] por iniciativa de Alan García.[225] La entidad que monitorea las mismas es el Organismo Supervisor de las Contrataciones del Estado. Además, los ciudadanos pueden reportar a Gerencias Regionales de Control en caso de que las obras estén en mal estado o inconclusas, resultado de una mala gestión de la contratista.[226]

Negociación incompatible

Tipificado en el artículo 399. Representa el 13,5 % de los delitos de corrupción entre 2016 y 2018 según el Ministerio Público. A diferencia de la colusión esté tiene carácter unilateral (solo participa el funcionario).[227]

Tráfico de influencias

Señalado en el artículo 400 en que se busca conseguir un puesto en el cargo laboral, en que se conoce coloquialmente como «vara».[135] El «traficante» no necesita recibir el apoyo del funcionario para denunciar bajo este tipo de delito.[228]Este punto incluye actos que dañen la imparcialidad y objetividad de la Administración pública.[229] Tiene penas de cuatro a ocho años de cárcel.[228]

Patrocinio ilegal

El artículo 385 indica que si una persona que trabaja para el Estado busca promocionar sus empresas para ingresar indebidamente en la participación pública, será sancionado. Se diferencia del tráfico de influencias, ya que no depende de clientes externos.[230]El mínimo de la pena privativa de la libertad es de dos años.[230]

Enriquecimiento ilícito

Tipificado en el artículo 401. Este es común en los coloquialmente denominados «peces gordos», en que se obtienenr ganancias a partir de favores de empresas contratadas.[135] No debe confundirse con el lavado de activos, ya que los ingresos excedidos no deben ocultarse para ocurrir este delito.[231]Se castiga con cinco a quince años de prisión.[231]

Impacto

Un manifestante religioso muestra su disconformidad de las instituciones del Estado en medio de las celebraciones por Fiestas Patrias de 2022. Según Datum Internacional (agosto de 2022, a 1200 personas), un 72 % de los encuestados opinaron que hay malos manejos en la lucha contra la corrupción. Además, el 67 % señalaron que el vigente presidente Pedro Castillo está involucrado en casos de corrupción.[232][233]

El sociólogo Felipe Portocarrero Suárez señaló en su libro de 2005 que los periodos con un muy mayor impacto en el PBI (cercanos o superiores al 4 %) corresponden a los años 1850, 1920 y 1950, y que a partir de la mencionada década la cifra del 4 % fue poco recurrente hasta un nuevo impacto entre 1980 y 2000. Estos valores en el periodo republicano son inferiores que aquellos en el periodo virreinal.[234]

También en el libro de 2005 se tomaron referencia a varias fuentes acerca de la calificación que recibió el país en la primera década del siglo XXI: Transparencia Internacional dio la calificación porcentual de 3.6 en 2003 (la menor percepción alcanzada, cuando en 1998 obtuvo 4.4), PriceWaterhouseCoopers le calificó con 3.08/4 (el más alto se considera mejor), mientras que el grupo de investigadores Kaufmann-Kraay del Banco Mundial muestra que el país lleva el índice -0.1 a -0.2, un valor negativo en el control de la corrupción, a pesar de que el promedio de Latinoamérica es de -0.25.[235]

Global Transparency, en el 2010 Perú ocupó la máxima calificación sobre calidad y existencia de leyes anticorrupción, sin embargo la calificación en aplicaron de las leyes anticorrupción fue de 23 puntos de 100 como máxima calificación.[236] En ese año el Instituto Peruano de Economía califica a Perú con 3.5/10, en que llega al cuarto lugar de los más estables de Sudamérica.[237]

En 2013 llegó el puesto 83 de 177 entre los países menos corruptos de Transparencia Internacional.[238][239] Para 2018 llegó a la posición 105.[240] En esa década la calificación mínima porcentual fue de 2.23 (2010) y regresó a 3 puntos (2018).[240]

El Latinobarómetro de 2015 consideró a la corrupción como el tercer problema significativo en el país. En su edición anterior de 2013 señaló al 54 % de los entrevistados calificaron la gestión del gobierno en casos de corrupción entre «ineficaces» y «muy ineficaces», caso que para la edición de 2015 señalan que 38 % vieron que sus mejoras para tratar esos temas cambiaron «poco» y un 20 % «nada».[241]

En el Índice de Percepción de la Corrupción 2021 de Transparencia Internacional, Perú obtuvo un puntaje de 36 en una escala de 0 («altamente corrupto») a 100 («altamente limpio»). En ella, Perú siguió en lugares inferiores cuando ocupó el puesto 105 entre los 180 países del Índice, donde se percibe que está entre los países con mayor percepción del mundo.[242] En comparación con Chile, que está en el puesto 27, si Perú tiene una puntuación similar al país señalado, los ingresos se incrementarían a 1800 dólares anuales.[220] Según Samuel Rotta, director Ejecutivo de Proética, en una entrevista de El Comercio explica que entre los motivos de una reducción de calificación de hace dos años están las «restricciones al derecho de información» o a la «participación ciudadana».[243]

En 2022 el Instituto Peruano de Economía señaló que, a partir de Transparencia Internacional, «Perú es el tercer país de la región con mayor porcentaje de usuarios de servicios públicos que pagan coimas».[20]

Véase también

Notas

  1. Esta encuesta nacional es realizada por Ipsos Perú a pedido de Proética. El archivo sobre la percepción de la corrupción y otros problemas relevantes se encuentra en su sitio web.

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Bibliografía

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