Literatura LGBT de Argentina

La literatura LGBT de Argentina, entendida como literatura escrita por autores argentinos que involucre tramas, temáticas o personajes que formen parte o estén relacionadas con la diversidad sexual, tiene una tradición que se remonta al siglo XIX, aunque la aparición de la literatura LGBT como una categoría propia dentro de las letras argentinas no tuvo lugar hasta finales de la década de 1950 y principios de la década de 1960, a la par del nacimiento del movimiento a favor de los derechos LGBT en el país.[1]

Las primeras representaciones de relaciones entre personas del mismo sexo en la literatura argentina tuvieron una marcada connotación negativa y eran usadas para ilustrar la idea de supuesta degradación social en las clases populares y como un paradigma antagónico del proyecto de nación que se deseaba promover. La más antigua de estas representaciones tiene lugar en el cuento «El matadero» (1838), de Esteban Echeverría, considerado un clásico de las letras nacionales y donde el sexo entre hombres es usado como metáfora del salvajismo. Durante el resto del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, las representaciones de personajes homosexuales continuaron siendo negativas.[2]

El cuento La narración de la historia (1959), de Carlos Correas, marcó un cambio de paradigma al convertirse en la primera obra literaria argentina en que la homosexualidad era mostrada como un rasgo normal del protagonista y no como algo pernicioso. Sin embargo, su publicación fue controvertida y provocó un proceso judicial por supuesta inmoralidad y pornografía, además de una serie de ataques contra el autor y contra la «conjura homosexual/marxista».[3]

En años recientes, la literatura LGBT ha ganado mayor visibilidad en Argentina gracias a éxitos comerciales y críticos como las novelas Las aventuras de la China Iron (2017), de Gabriela Cabezón Cámara, y Las malas (2019), de Camila Sosa Villada.[4]

Historia

Siglo XIX

Retrato de Esteban Echeverría, autor de «El matadero» (1838)

Varios de los textos fundacionales de la literatura argentina dibujaban una contraposición entre los valores considerados como civilizados y los comportamientos que los autores estimaban como negativos para la sociedad, entre ellos el «sexo anormal». En este contexto es escrito «El matadero» (1838), primera obra literaria argentina en que se referencia un acto homosexual. En el cuento, Esteban Echeverría critica al gobierno autoritario de Juan Manuel de Rosas al mostrar a los partidarios federales como hombres sumidos en la barbarie y la violencia que, en el clímax de la historia, capturan a un joven apuesto perteneciente al Partido Unitario, lo amarran y se preparan a violarlo bajo la consigna de: «Abajo los calzones a ese mentecato cajetilla y a nalga pelada denle verga, bien atado sobre la mesa». Sin embargo, el joven unitario prefiere degollarse a sí mismo antes que permitir la transgresión a la hombría que habría significado para él el ser violado, sacrificio empleado por Echeverría para representar en el relato su concepción de valentía y honor.[5]

La idea de usar la violación sexual masculina como forma de tortura entre unitarios y federales no se limitó a «El matadero». En su poema «La refalosa», Hilario Ascasubi describe una situación similar:[6]

Unitario que agarramos
lo estiramos o paradito nomás
lo agarran los compañeros
por supuesto, mazorqueros
y ligao con maniador doblado
ya queda coco con codo
y desnudito ante todo
¡Salvajón!
Aquí empieza su aflicción.

Otra obra fundacional en que se referencia a la diversidad sexual es La novia del hereje o La inquisición de Lima (1846), novela de Vicente Fidel López que narra la historia de una relación amorosa entre un hombre y una mujer en la Lima colonial. En la obra, el autor describe el mundo de los «maricones», hombres descritos como afeminados y coquetos que se desempeñaban como ayudantes de las mujeres de la alta sociedad. Aunque López se refiere a ellos de forma negativa (afirma que el verlos producía «asco moral» y que su accionar era «repelente»), el texto es notorio por su carácter de testimonio histórico sobre la vida que llevaban los hombres homosexuales en la Lima de la época y la aceptación social de la que gozaban por parte de ciertos sectores sociales. En la novela, una de las fiestas en que participaban los «maricones» es descrita de la siguiente manera:[7]

Cantaba con ellas también un individuo que a los accidentes del trajo masculino reunía circunstancias especialísimas del sexo femenino. Era una especie de término medio indefinible entre la mujer, el muchacho y el hombre, imposible de caracterizar con propiedad. Lo que más sorprendía era que en aquella reunión había otros quince o veinte individuos de este mismo género, que hacían al parecer el papel de mujeres o de apéndice de mujeres por lo menos; siendo probable que esto hubiese dado margen a que se les diese el nombre expresivo de maricones, con que desde entonces eran ya conocidos en Lima los de esta ralea.

Aunque no tienen referencias explícitas a actos sexuales o amorosos homosexuales, académicos como Gustavo Geirola y Adrián Melo han identificado elementos homoeróticos en las relaciones de amistad de los protagonistas de obras clásicas de la literatura gauchesca,[8] como Martín Fierro (1872), de José Hernández, y Juan Moreira (1879), de Eduardo Gutiérrez. En ambos casos, los protagonistas abandonan a sus esposas y encuentran a hombres con quienes desarrollan una amistad intensa y que se convierten en los únicos receptores de su afecto, Cruz en el caso de Martín Fierro y Julián en el caso de Juan Moreira. La forma en que Gutiérrez describe la relación entre Julián y Moreira tiene un tono marcadamente romántico, como en la escena en que se conocen y Gutiérrez describe cómo sus «miradas se fundieron, por así decirlo, y ambos sonrieron», en un encuentro entre ambos en que tras abrazarse «sus dos almas en una acaso se misturaron», o al contar cómo Moreira podía reconocer la llegada del caballo de su amigo porque «el corazón le avisa cuando es Julián». La reacción de Martín Fierro ante muerte de Cruz, por su lado, es descrita en términos similares a la de Aquiles ante la muerte de Patroclo, o de la elegía de David a la muerte de Jonathan.[9]

Las últimas décadas del siglo XIX vieron la aparición de una ola de novelas de corte naturalista que posicionaban la idea de que la depravación y la criminalidad estaban intrínsecamente relacionadas con las clases sociales bajas y a los extranjeros que llegaron durante la Gran inmigración europea en Argentina. Uno de los autores que más se centró en el tema fue Eugenio Cambaceres, entre cuyas obras destaca la novela En la sangre (1987), donde narra la vida de un muchacho hijo de migrantes llamado Genaro y hace uso de actos homosexuales para ejemplarizar la supuesta corrupción del protagonista. Específicamente, Cambaceres describe al líder del grupo de amigos varones de Genaro como «cínico y depravado como un viejo» e indica que solían jugar a «los hombres y las mujeres», juego en que los muchachos más grandes tomaban el papel de hombres, los más pequeños el de mujeres, y se revolcaban de a dos en el suelo mientras «ensayaban a imitar el ejemplo de sus padres». Otra novela naturalista en que la homosexualidad es usada para dibujar un retrato negativo de un personaje es La bolsa (1891), de Julián Martel, obra en que la cara de un inmigrante judío es descrita como «antipática y afeminada» y más tarde se sugiere que tiene una relación amorosa con un muchacho judío más joven.[10]

Siglo XX

Una de las precursoras notorias en este campo fue la novela En breve cárcel, de la narradora y ensayista Sylvia Molloy, que trata sobre un triángulo amoroso lésbico y fue publicada en 1981 en España luego de que dos editoriales argentinas desistieran de publicarla. Años más tarde, al momento de su aparición en Argentina, varias reseñas evitaron hablar directamente sobre la temática homosexual de la novela, a la que aludieron con referencias indirectas a Safo de Lesbos o a Lawrence Durrell. Posteriormente, Molloy volvió a tratar la homosexualidad en su escritura con la novela El común olvido (2002), que posee rasgos de autoficción.[11][4]

En la década de 1990 destacan obras como Plástico cruel (1992),[4] de José Sbarra, que narra el enamoramiento de una travesti llamada Bombón por un muchacho del campo al que conoce en un baño público.[12][13] También es notoria la novela autobiográfica Un año sin amor (1998), de Pablo Pérez,[4] en la que explora en forma de diario su experiencia viviendo con VIH en la época en que enfermedad dejó de ser una sentencia de muerte y que fue continuada en El mendigo chupapijas, secuela publicada por entregas.[14] Otra obra importante aparecida en la década de 1990 fue Nombre de guerra (1999), de Claudio Zeiger, donde cuenta la historia de un joven prostituto llamado Andrés y sus aventuras con su amigo Pablo.[15]

Siglo XXI

En el siglo XXI aumentó la cantidad de obras con temática LGBT, con autores como Gabriela Massuh, Anshi Moran, Susy Shock, Naty Menstrual o Facundo R. Soto. Entre las obras más conocidas de la época se ubican novelas como Ladrilleros (2013), de Selva Almada,[4] donde cuenta la historia de amor entre dos muchachos en medio de la rivalidad de sus familias, en una especie de paralelo homosexual de la historia de Romeo y Julieta.[16]

En años recientes han destacado figuras como Gabriela Cabezón Cámara, que empezó a explorar el tema de la diversidad sexual con su novela La Virgen Cabeza (2009), y que luego alcanzó éxito crítico a nivel internacional con Las aventuras de la China Iron (2017), una exploración en clave queer de la literatura gauchesca con la que fue nominada al prestigioso Premio Booker Internacional en 2020.[17][18] También ha alcanzado gran éxito en el género la escritora transgénero Camila Sosa Villada, con obras como Tesis de una domesticación y particularmente con Las malas (2019), novela en que retrata la vida de un grupo de travestis dedicadas a la prostitución como forma de sobrevivir y que se convirtió en un éxito nacional de ventas,[4] con ocho ediciones publicadas en su primer año solo en Argentina.[19] Esta obra le valió además el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en su edición de 2020.[20]

La literatura transgénero también ha visto un apogeo reciente, con autoras como I Acevedo, Carolina Unrein, Marlene Wayar y la propia Camila Sosa Villada.[21]

Véase también

Referencias

  1. Melo, 2011, p. 12-13.
  2. Melo, 2011, p. 14-19.
  3. Melo, 2011, p. 12.
  4. «La literatura sobre disidencias sexuales gana voces y narrativas innovadoras». Río Negro. 1 de julio de 2020. Archivado desde el original el 2 de octubre de 2020. Consultado el 13 de junio de 2021.
  5. Melo, 2011, p. 30, 38-42.
  6. Melo, 2011, p. 43-47.
  7. Melo, 2011, p. 54-56.
  8. Geirola, Gustavo (1996). «Eroticism and Homoeroticism in Martin Fierro». Bodies and biases: sexualities in Hispanic cultures and literatures. Hispanic issues ; (en inglés). v. 13. University of Minnesota Press. pp. 316-329. ISBN 978-0-8166-2770-7. Consultado el 7 de enero de 2022.
  9. Melo, 2011, p. 123-134.
  10. Melo, 2011, p. 59-60, 67-69, 80-83.
  11. Lennard, Patricio (25 de septiembre de 2009). «La palabra en la boca». Página/12. Archivado desde el original el 1 de octubre de 2009. Consultado el 13 de junio de 2021.
  12. «La rata cruel». Página/12. 16 de junio de 2017. Archivado desde el original el 31 de julio de 2017. Consultado el 13 de junio de 2021.
  13. León, Gonzalo (15 de enero de 2019). «José Sbarra: el escritor argentino y el VIH». La Tercera. Archivado desde el original el 13 de junio de 2021. Consultado el 13 de junio de 2021.
  14. Trerotola, Diego (29 de agosto de 2008). «Salvaje y vagabundo». Página/12. Archivado desde el original el 11 de febrero de 2009. Consultado el 30 de noviembre de 2020.
  15. Friera, Silvina (9 de marzo de 2020). «Claudio Zeiger: "Me propuse escribir cuentos ligeros y contemporáneos"». Página/12. Archivado desde el original el 10 de marzo de 2020. Consultado el 13 de junio de 2021.
  16. «La argentina Selva Almada retrata un "Romeo y Julieta" en clave homosexual». La Información. 22 de noviembre de 2014. Archivado desde el original el 27 de noviembre de 2020. Consultado el 27 de noviembre de 2020.
  17. «Quién es Marieke Lucas Rijneveld, una de las voces más jóvenes de la literatura europea que ganó el Booker Prize 2020». Infobae. 26 de agosto de 2020. Archivado desde el original el 18 de diciembre de 2020. Consultado el 13 de junio de 2021.
  18. Murillo, Celeste (5 de noviembre de 2017). «Las aventuras de la China Iron: una de cowgirls». La Izquierda Diario. Archivado desde el original el 7 de noviembre de 2017. Consultado el 13 de junio de 2021.
  19. Smink, Verónica. «"Es curioso que se peleen por quién recibe primero mi libro, cuando eternamente a las travestis nos han dicho que somos brutas, que no tenemos cultura"». BBC. Archivado desde el original el 23 de septiembre de 2020. Consultado el 13 de junio de 2021.
  20. «La argentina Camila Sosa Villada obtuvo el Premio Sor Juana Inés de la Cruz». Infobae. 2 de noviembre de 2020. Archivado desde el original el 2 de noviembre de 2020. Consultado el 13 de junio de 2021.
  21. Grosso, Julieta (28 de junio de 2020). «Literatura trans: un imaginario que se renueva con nuevas formas de escritura y resistencia». Infobae. Archivado desde el original el 28 de junio de 2020. Consultado el 13 de junio de 2021.

Bibliografía

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