Arnulfo de Metz
Arnulfo de Metz (cerca del río Mosela, 31 de agosto de 582-Remiremont, 18 de julio de 640), conocido como san Arnulfo de Metz, fue un obispo franco y consejero e intendente del palacio de los merovingios de Austrasia, venerado como santo por la Iglesia católica.
San Arnulfo de Metz | ||
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Información personal | ||
Nombre en alemán | Arnulf | |
Nombre en francés | Arnoul | |
Nacimiento |
31 de agosto de 582 Río Mosela | |
Fallecimiento |
19 de julio de 640 Remiremont | |
Religión | Iglesia católica | |
Familia | ||
Padres |
Bodogisel Chrodoara | |
Cónyuge | Doda de Metz (desde 596) | |
Hijos | ||
Información profesional | ||
Ocupación | Sacerdote católico | |
Cargos ocupados |
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Información religiosa | ||
Canonización | Santo y santo católico romano | |
Festividad | 18 de julio | |
Venerado en | Iglesia católica, Iglesia ortodoxa | |
Patronazgo | maestros cerveceros de Lorena, Francia | |
Su genealogía es debatida, pero parece cierto que fuera hijo de Bodogisel (hipótesis de Fontenelle) o de Arnoaldo, su predecesor en la sede episcopal. En su juventud, Arnulfo de Metz entró al servicio de la corte de Austrasia bajo la regencia Brunegilda y más tarde del rey Teodeberto II, para convertirse, en 612, en obispo de Metz, capital del Reino de Austrasia.[1] Fue un ferviente cristiano, probablemente en contacto con los monjes irlandeses que recorrían la región de los Vosgos.
Arnulfo tuvo dos hijos de la aristocrática Doda: Ansegisel (602-679), Mayordomo Real de Sigeberto III y padre de Pipino de Heristal; y Clodulfo de Metz (605-697), que le sucedió como obispo y es también venerado como santo por la Iglesia Católica.
Junto a Pipino de Landen, fue uno de los protagonistas de las revueltas (613) que acabaron con el poder de Brunegilda y entronizó a Clotario II, soberano que le confió la educación de su hijo Dagoberto I, al cual sirvió como consejero a partir del año 623.
En el año 627 se retiró al monasterio de Remiremont, donde murió el 18 de julio de 641.[1] Posteriormente, su cuerpo fue trasladado a Metz, donde yace en una Basílica dedicada a él y venerado como patrón.
Trascendencia histórica
Del matrimonio de su hijo Ansegisel con Bega, hija de Pipino de Landen, nace Pipino de Heristal, bisabuelo de Carlomagno, es decir que en él se encuentra uno de los orígenes de la Dinastía Carolingia. Por esta vía, es antepasado de muchos reyes europeos, como Hugo Capeto, Enrique VIII de Inglaterra y Luis XIV de Francia; en la actualidad Isabel II del Reino Unido, Felipe VI de España, Margarita II de Dinamarca, Carlos XVI Gustavo de Suecia y Harald V de Noruega son lejanos descendientes de Arnulfo de Metz. Esta genealogía es clave para las reconstrucciones prosopográficas que hace Christian Settipani buscando encontrar linajes ancestrales.
Los tres milagros de Arnulfo de Metz
El primero de los milagros ocurre cuando Arnulfo lanzó su anillo de obispo al río Mosela, atormentado por las guerras y sus pecados, rogándole a Dios que se lo devolviera en caso de absolución. Años más tarde, un pescador llevó un pez a la cocina del obispado, dentro del cual se encontró el anillo. Este se conserva en la catedral de Metz.
El segundo milagro ocurrió cuando decidió renunciar como Obispo. En ese momento, se produjo un incendio en los sótanos del Palacio Real que amenazaba con extenderse a la ciudad de Metz. El amor a su pueblo y su coraje hizo que se pusiese frente al fuego pronunciando la frase «Si Dios quiere que me consuma, estoy en sus manos». El incendio se detuvo de inmediato.
Y el tercer milagro, que lo convertiría en santo patrono de los cerveceros: Tras su fallecimiento, los habitantes de Metz pidieron que su cuerpo fuese trasladado de nuevo a su ciudad para ser enterrado en su iglesia. El camino que llevaría de vuelta a san Arnulfo era demasiado largo, por lo que se decidió parar la procesión ceremonial en la ciudad de Champigneulles, Francia. Los fieles que pretendieron adquirir cervezas en una taberna se encontraron con que sólo quedaba un tarro, que tendrían que repartir entre todos. Pero, para su asombro, el tarro de cerveza nunca se terminaba, por lo que todos y cada uno de ellos pudieron saciar su sed.