Iconoclasia

Etimológicamente, el término iconoclasta o Iconoclasia (en griego Είκονοκλάσμος Eikonoklasmos, “Ruptura de Imágenes)[1] es un rechazo a las imágenes religiosas (pinturas, iconos, estatuas). Es también el nombre de la herejía que alteró la paz de la Iglesia Oriental en los siglos octavo y noveno, causó la última de las muchas brechas con Roma que prepararon el camino al cisma de Fotio. Un ejemplo de iconoclasia fue la tradición bizantina, sobre todo de León III, que ordenó la destrucción de todas las representaciones de Jesús, de la Virgen María y, especialmente, de los santos.

Las creencias de los iconoclastas son contrarias a las de los iconódulos. Se denomina iconodulía[2] o iconodulia a la veneración (dulía) de imágenes (iconos). En el catolicismo se diferencia de la Idolatría en que no se adoran las imágenes en sí, puesto que implicaría reconocer la divinidad de la imagen, lo cual iría en contra del dogma de la Santísima Trinidad que las propias iglesias católicas (de rito latino y oriental, ortodoxas...) aceptan, ya que habría otra «divinidad» aparte del Dios Trinitario (el propio icono). En las distintas ramas del catolicismo apostólico, el icono o escultura es reconocido como espejo de lo divino que ayuda a la meditación y al rezo, pero nunca es adorado, a causa de lo que se enunció anteriormente. Sin embargo, la iconodulía no estaría perseguida, sino que de acuerdo con la doctrina católica, sería acorde con los preceptos religiosos, recibiendo sus practicantes el nombre de iconodulos.

Iconoclastas en el ámbito bizantino

El emperador León III prohibió la veneración de las imágenes que representaban a Cristo y a los santos en 726. Lo hizo por razones de orden religioso y político. Su hijo, Constantino V (741-775), quien convocó el Concilio de Hieria , (considerado ilegítimo por la Iglesia Católica)[3] con el objeto de condenar la veneración de Imágenes, este emperador, heredó un grave enfrentamiento entre la población mayormente a favor del uso de imágenes y la postura oficial, que finalmente concluyó utilizando su poderío militar.

Tras el segundo concilio de Nicea en 787 se afirmó la veneración de iconos, con base en la encarnación de Jesucristo en hombre.

El emperador León V (813-820) instauró un segundo periodo de luchas en 813, continuado por los siguientes emperadores hasta Teófilo. Al morir éste, su esposa Teodora movilizó a los iconódulos y proclamó la restauración de iconos en 843.

Iconoclastas en el ámbito islámico

Los musulmanes tienen la prohibición de representar figuras humanas en las mezquitas, no la prohibición general del uso de la figura humana en otros ámbitos, como ejemplifican los testimonios musivos conservados en los llamados Palacios del desierto.

De todas formas, ha estado siempre completamente prohibido el representar imágenes divinas (de hecho, en las representaciones de Mahoma su rostro no suele aparecer).

Iconoclastas en el ámbito protestante

En la mayoría de congregaciones protestantes ven en la veneración a las imágenes una manifestación de idolatría,y como una falta directa al segundo de los 10 mandamientos.

Véase también

Referencias

  1. «Iconoclasia - Enciclopedia Católica». ec.aciprensa.com. Consultado el 15 de noviembre de 2020.
  2. Rosamond McKitterick,(2002), Manuel Riu (1975), Giulio D'Onofrio (2008)
  3. «Carta Apostólica de Juan Pablo II, con ocasión del XII centenario del II Concilio de Nicea. publicada en 1987». www.vatican.va. Consultado el 15 de noviembre de 2020.

Bibliografía

  • Manuel Riu (1975). Textos comentados de época medieval, siglos V al XII. Teide. pp. 254, 262.
  • Rosamond McKitterick (2002). La Alta Edad Media: Europa 400-1000. Oxford University Press. p. 198.
  • Giulio D'Onofrio (2008). The History of Theology. Middles Ages. Basil Studer. p. 52.
  • Antonio Calisi, I Difensori Dell'icona: La Partecipazione Dei Vescovi Dell'Italia Meridionale Al Concilio Di Nicea II 787, Createspace Independent Pub 2017,ISBN-10: 1978401094 ISBN-13: 978-1978401099
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