Narciso Horacio Doval

Doval con San Lorenzo.

El Loco Doval nació en el barrio de Palermo en Buenos Aires. Era hijo de españoles naturales de Galicia y su padre poseía un restaurante. Cuando éste muere a sus nueve años, El Loco debe continuar su infancia en el Colegio Salesiano de Benavidez donde solamente terminó la primaria. Narciso Horacio Doval se inició en San Lorenzo. En 1964, jugando para este club; conformó la línea ofensiva de los llamados por su juventud Carasucias, junto con Fernando José Areán, Héctor Veira, Roberto Telch y Victorio Casa.

Doval fue hábil, tenía una buena técnica capacidad. Su estilo de tocar rápidamente lo convirtió en un ídolo en todos los clubes que jugó. Anotó 95 goles en 263 partidos para el Flamengo, y 68 goles en 142 partidos para el Fluminense. Zico dijo que él era uno de los mejores socios en el ataque. Doval participó también en partido de despedida de Garrincha en el Estadio Estadio Maracaná en 1973. En 1980, jugó una sola temporada con los Nueva York Estados Unidos. en el American Soccer League En 1991 Doval visita Buenos Aires. Cuando Doval estaba celebrando la victoria del Flamengo en un discoteca en Buenos Aires, sufre un fatal ataque al corazón, a la edad de 47 años.

“Una vez -recordaba Juan Carlos Lorenzo- estábamos concentrados en el Hotel Argentino. Al llegar me encontré con Doval en la puerta y juntos tomamos el ascensor. Paró en el primer piso y subió una mujer, muy extravagante, que tenía un collar de perlas que llamaba la atención. Doval se pone detrás de ella, le apoya el dedo en la espalda y le dice: ‘!Arriba las manos!’. La mujer pegó un grito ensordecedor. Le expliqué que se trataba de un chiste, pero no quiso saber nada. Bajó y se quejó en la administración. Me llamaron, hice el descargo y le apliqué al Loco Doval una multa de diez mil pesos. Después bajamos a cenar. En una mesa se sentaban Veira, Doval, Casá, Areán y Carotti ¡Mesa brava! La fulana también estaba cenando. Cada tanto se daba vuelta y lo miraba al Loco, que tenía una facha impresionante. Doval le grita desde la mesa: ‘Ni me mirés, ¿eh?, que ya me saliste diez lucas’. Este guacho la seguía cargando, como si nada hubiese sucedido. Era un grupo muy difícil de manejar ¡Muy jodones!”.

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