Funeral de Juan Pablo II

Después de la muerte de Juan Pablo II el 2 de abril de 2005, la Ciudad del Vaticano vivió una jornada histórica. El entierro más multitudinario de un papa se llevó a cabo el 8 de abril de 2005, y a él acudieron personalidades de todos los países, todas las culturas y todas las religiones. Los miles de fieles que congregaron en las calles de Roma pidieron con sus aclamaciones la canonización del fallecido pontífice.[1]

Los países indicados de color morado enviaron delegados al funeral de Juan Pablo II.

El funeral de Juan Pablo II comenzó a las 10:00 de la mañana. Cuando los sediarios sacaron a hombros el féretro del pontífice de la Basílica de San Pedro, los peregrinos respondieron con aplausos.

Se calcula que en la Plaza de San Pedro y vías adyacentes había unas 300 000 personas. Alrededor de un millón y medio de peregrinos, de muchas partes del mundo, llegaron a Roma. Se colocaron pantallas gigantes en distintos puntos de la ciudad para que los visitantes que no pudieron acceder a la plaza siguieran la ceremonia.

Asistentes al funeral

Exposición de los restos mortales de Juan Pablo II, 5 de abril de 2005.
Joseph Ratzinger despidiendo al pontífice durante el funeral.

Representantes de organizaciones

Asistentes de Europa

Asistentes de América

Asistentes de África

Asistentes de Medio Oriente

Asistentes de Asia

Asistentes de Oceanía

Representantes de otras iglesias

Operativos de seguridad

La ciudad de Roma estuvo literalmente blindada: más de 15 000 efectivos de la policía y el ejército velaron por la seguridad en los puntos estratégicos de la capital. El dispositivo, sin precedentes, incluía un avión AWACS de la OTAN, misiles antiaéreos, dos helicópteros HH3F y cuatro aviones MB339CD para sobrevolar y vigilar San Pedro.

Referencias

  1. «El Mundo. Histórico adiós al Papa.».
  2. http://www.elperiodico.com.gt/es//lacolumna/14680
  3. Asistió como representante de «China». La Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas con la República de China, con sede en la isla de Taiwán, y no con la República Popular China, establecida en Pekín. Por lo tanto, ningún representante de la República Popular China fue invitado al funeral, ya que la Santa Sede sólo reconoce a la República de China como único representante de China.
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